Fuera de los itinerarios turísticos, no podéis dejar de llegar hasta la maravillosa Basílica de San Pietro de Castello. Su origen se encuentra en el siglo IX y, aunque un incendio en 1603 la destruyó casi por completo, conserva algunas referencias, como los restos mortales de los dos santos bizantinos a los que fue dedicada en su origen. El edificio actual, es de finales del siglo XVI y la fachada fue proyectada por Andrea Palladio.

La Iglesia está construida sobre la antigua isla del olivo, llamada así por tener forma de este árbol y se considera que fue de los primeros lugares habitados en la laguna.

Situada en el sestiere de Castello, San Pietro fue la Catedral de Venecia durante mucho tiempo, con intención de apartar a la Iglesia (centro eclesiástico) del centro administrativo, que estaba en San Marcos, y del centro comercial, que se encontraba en Rialto. Cuando la sede patriarcal pasó a la Basílica de San Marcos, perdió importancia, pero nos dejó para la posteridad un edificio increíble en un campo homónimo que es el único en Venecia con hierba.

La fachada de la iglesia es, sencillamente, impresionante. Diseñada como os decía por Palladio, me impacta siempre su increíble blancura, que resplandece en los días soleados.

En el interior, se conservan pocas obras de valor en comparación con otras iglesias venecianas, pues el incendio del siglo XVII destruyó casi todo. Además de algunos lienzos, quedan restos de un mosaico romano y un retablo de mosaico con trazas de Tintoretto. La joya de la corona es la impresionante cátedra de San Pedro, el que se considera asiento del Santo cuando estuvo en Antioquía. El trono está construido con los restos de losas funerarias islámicas y decorado con detalles árabes y versículos del Corán, por lo que resulta difícil creer que perteneciese a San Pedro, pero es una reliquia, más allá de las creencias y leyendas que la rodean.

En el altar mayor hay unos mármoles policromados labrados de Longhena y una urna con los restos del primer Patriarca de Venecia: San Lorenzo Giustiniani.

Su maravilloso e imponente campanario es el único en Venecia íntegramente revestido de piedra de Istria y domina el campo con su perfección renacentista. En su sencillez radica su belleza, me gusta tanto este campo…

No podéis marcharos sin echar un vistazo al claustro! Un oasis de paz y un regalo para los ojos, al que se accede desde un hueco entre la fachada de la iglesia y el campanario.

Y por supuesto es protagonista en la popular Festa della Sensa, que anualmente renueva el matrimonio de Venecia con el mar.

La Iglesia está incluida en el circuito Chorus Pass y para mí, es una de las imprescindibles en Venecia, tanto por ella misma como por el magnífico campo en el que se encuentra. El silencio suele ser el protagonista y, un paseo por los alrededores, os llevará de la mano por la auténtica Venecia, por la vida diaria de pescadores y habitantes. La tranquilidad que proporciona estar alejado del centro de la ciudad, esa es su mayor virtud.