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La Muerte de Artemio Cruz
Una novela es un espejo: todos lo dicen. Pero ique es leer una
novela? Creo que es saltar al espejo. De repente se encuentra uno al
otro lado del cristal en medio de gentes y cosas familiares al parecer.
Pero es un mero parecer, en realidad nunca les habiamos visto. Y las
cosas de nuestro mundo han pasado fuera, a su vez, y se han vuelto
reflejos. J.P. SARTRE, Situations I, p. 14.
Al comentar su novela ante E. Carballo, Carlos Fuentes no dej6 de indicar la doble tensi6n
que la disgrega entre los polos opuestos de la vida y la muerte:
Se relatan acqui las doce horas de agonia de este viejo que muere de infarto al
mesenterio (...) En su agonia, Artemio trata de reconquistar, medio por de la
memoria, sus doce dias definitivos, dias que son en realidad doce opciones. 1
Asi abre el autor un espacio de extraiamiento en el que su personaje cobra de repente un
valor arquetipico, volviendose la expresi6n intima del vivir ag6nico mexicano, el punto de en-
cuentro de las fuerzas antag6nicas que configuran el destino de su pais:
Entre nosotros (... ) no hay un solo tiempo (. . .) Nuestro tiempo se nos presenta im-
puro, cargado de agonias resistentes. La batalla es doble: luchamos contra un tiempo
que, tambien, se divierte con nosotros, se revierte contra nosotros, se invierte en
nosotros, se subvierte desde nosotros, se convierte en nombre nuestro. 2
Si escribir es precisamente, como lo afirma Fuentes, este contratiempo, la novela no puede
entenderse como una "Vida de Artemio Cruz" por muchos datos biograficos que contenga.
Tampoco se reduce a la relaci6n contemporanea de una agonia, ya que esta forma un simple
parentesis dentro del conjunto. Ni se puede asimilar a la cr6nica de setenta y un anos de historia,
vistos a traves de un individuo ejemplar. Parece mis bien encauzada hacia distinto rumbo, a la
otra orilla donde la muerte consagra el nacimiento de la obra. Tal vez el gran merito del mito
griego sea habernos seialado este oscuro origen del arte. Orfeo canta en Euridice nostalgia de la
unidad perdida, su pasi6n plantea el dilema de la otredad. La trayectoria de Artemio parte de una
misma disyuntiva; ha de reproducir, en algin modo, el erritico vaiv6n de su paradigma eterno.
El "morird" que cierra el libro remite la muerte a un futuro posterior, asignando al relato un
papel de pretexto. Opera una total inversi6n de valores: el final hecho principio. Al proyectar
sobre la vida de Artemio la mirada neutra de la muerte, el autor pretende descubrir la otra cara de
su medalla,-empresa sumamente azarosa-, por eso le marc6 la frente con una cruz en seial de
albur. iNo seria dsta la "equis" que cifr6, para Alfonso Reyes, el enigma mismo de Mexico?
1 En Diecinueve protagonistas de la literatura mexicana del siglo XX (Mexico: Empresas Editoriales, S.A.,
1963), pp. 440-441.
2 Carlos Fuentes, Tiempo mexicano (Mexico: Cuadernos de Joaquin Mortiz, 1972), pp. 9-10.
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clinica, mand6 traer a su cabecera una grabadora en la que solia registrar sus conversaciones de
negocios. Oye asi su "voz reversible" que le suena tan chillona a los oidos, cuando arman el
aparato. En los intervalos de escucha, esta restaura la imagen del potentado de la vispera, la del
hombre sin escripulos, listo para acudir a todos los expedientes, a todos los compromisos con tal
de lograr su meta. Semejante impronta pugna por sustituirse a la impresi6n anterior, con-
siguiendo en su estridencia reforzar el efecto general de ocultaci6n. Artemio desaparece otra vez
tras su deseo de perseguir, hasta en los umbrales de la muerte, la quimera de un poder que por fin
le abandon6.
Cabe afiadir que, al presente del relato, se superponen otros niveles narrativos aparen-
temente desconectados entre si. Con "las doce horas de agonia", alternan los "doce dias
definitivos" de Artemio que vuelve a aparecer desde el seno de su desaparici6n. Son reflejos
de reflejos, imagenes en segundo grado repercutidas por los multiples espejos del tex-
to: aguas del recuerdo, cristal de una mesa, vidrieras de un vestibulo, mar de sueilos, rio
remoto o mirada ajena, que siempre representan una visi6n parcial del personaje. En su
silueta borrosa, destacan las manos, los pies. Se concentra la atenci6n en los ojos verdes y
la frente marcada por la cicatriz, inicas sefias de identidad en sus facciones cambiantes. Del
mismo modo, pasamos de una faceta a otra de su personalidad sin saber cuil elegir. El
voluntario anacronismo del relato remite adrede a los papeles sociales mas discordes, a las
aspiraciones intimas menos compatibles, hasta configurar el especticulo de una radical
enajenaci6n. Tenemos incluso la impresi6n sugerida por la sintaxis del texto, que los
diversos episodios de la novela hubieran podido integrar doce vidas distintas, cuando
descubrimos de pronto que el inico dia autentico de Artemio ha sido vivido por otro,
Lorenzo su hijo. Pero el autor no deja de poner en tela de juicio su propia sugerencia:
Elegiras entre los espejos infinitos uno solo que te reflejara irrevocablemente, que lenari
de una sombra negra los demas espejos, los mataras antes de ofrecerte, una vez mas, esos
caminos infinitos para la elecci6n (p. 209).
Estamos ante el retrato vivo de la mala conciencia.8 Simetrica de si misma, la frase
refleja los dias definitivos como otras tantas elecciones malogradas. Todo juicio definitivo
sobre esta vida raya en ilusi6n. El dialogo de espejos concluye en moderna variante del mito
de Eco y Narciso. Al acercarse a su intimidad mas profunda, repite Artemio el absurdo
movimiento de la Bestia, en La madriguerade Kafka. Siempre se aleja de si para dar con el
Otro que viene a su encuentro, consiguiendo tan s61o en su ceguera, oir el eco desesperado
de su propia marcha:
Recordaras otras cosas, otros dias que legaran de noche a tu noche de ojos cerrados y s6lo
podras reconocerlos por la voz. jamas con la vista. DeberBs darle credito a la noche y
aceptarla sin verla, creerla sin reconocerla, como si fuera el Dios de todos los dias: la
noche (p. 35).
Hero el eclipse de Artemio preside a la aparici6n de lo invisible, cuando la agonia opera en
sus ojos la inversi6n suprema del extasis. Asi inaugura el autor la mirada 6rfica, que no lo quiere
en su verdad diurna, sino en su extrafeza misma, hasta lograr en ella la plenitud de su muerte.
8"La mala conciencia (...) esti rodeada por todas partes de superficies reflejantes en las que rebotan los
problemas. Por todas partes las cosas le devuelven su propia imagen: quisiera escaparse y por todas partes vuelve a
encontrarse a si misma." V. Jankelevitch, La mauvaise conscience (Aubier-Montaigne, 1966), p. 19.
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subjetivo desde el cual el autor enfoca su novela, para atenerse a sus implicaciones tltimas.
Parece preciso matizarlo, notando que, al repasar por via de la memoria las distintas cir-
cunstancias de su vida, Artemio Cruz trata mis bien de eludir la contingencia a punto de anegarle
definitivamente. Incluso, en iltima hora, aparece movido por el poderoso aftn de sobrevivir,
reencarnando en los demis: Lorenzo, su hijo, a quien imagina cumpliendo su otro destino, las
mujeres amadas que constituyen la otra mitad de su ser. Semejante anhelo explica la relativa
hipertrofia del tema amoroso. Este rebasa en gran parte el simple interes romantico que le
concedi6 injustamente J. Sommers 12. La Revoluci6n representa otra etapa esencial de la
conversi6n interior que se esti operando. En el acto magico, por el que el heroe, aplicindole las
palabras de Octavio Paz, 'Se adentra en si mismo, en su pasado y en su sustancia, para extraer
de su intimidad, de su entrafia, su filiaci6n". La 16gica misma del proceso recurrente acaba
superponiendo a la perspectiva de la muerte el recuerdo del nacimiento: impone la imagen de la
madre estrechamente ligada a la de la tierra. Asi concluye el retorno al origen rumbo al Este y al
mar. Por ahi ha &epasar la "ruta psicol6gica de Quetzalc6atl''" 31 que va siguiendo Artemio. Pero,
conforme se afirma su conciencia moral en el gesto de la mano tendida, con "sus cinco estrellas
contractiles, sus cinco dedos clavados en la otra orilla" (p. 208), pierde su figura individual para
integrar el Todo. Dos escenas-claves, enmarcando el relato, rematan el efecto de cosmizaci6n:
arrebatado en extasis, Ileva en su cuerpo, como'"'bajel de piedra'', las huellas que dej6 la "tropa
ruda isabelina" (p. 35), al desembarcar algun dia por las playas de Vera Cruz, de donde sali6, 1
mismo, siguiendo allende los montes, la antigua ruta de los invasores, en busca de su propio
centro; "vas a ser el punto de encuentro y la raz6n del orden utiiversal 14 , (.. ..) eres, seras, fuiste
el universo encarnado" (p. 313), reza finalmente el texto. Un mismo espacio onirico de
maiifiestas consonancias heracliteas, consigue, pues, anular los tres tiempos. otorgando una
primera visi6n de la muerte. Al querer fundirse en el mundo, d intenta alcanzar la libertad del ser
que le permitiria transcender su efimera condici6n de hombre. Al menos, sta es la ilusi6n
prof6tica que le procura su extasis de ojos cerrados.
Pero el espejo magico de Tezcatlipoca se los abre otra vez, devolviendole la imagen cotidiana
de su otra muerte, la que no dej6 de perseguirle durante su vida. "La cueva desde la cual acecha
al hombre-observa Paul Westheim-no sdlo es un lugar, es un pasado mitico, es horror a un
preterito que Tezcatlipoca puede convertir de nuevo en presente o futuro". Dentro del orden
circular, vuelve a nacer en sentido contrario, el fluir temporal. Al polo materno se sustituye
entonces el polo paterno como fuente de destrucci6n. "Isabel Cruz o Cruz Isabel" (p. 314) es la
dclave de la inversi6n que se opera en el destino de Artemio cuando, tras oir en la montana el
"aooo prolongado de Lunero" (probable alusi6n al "cerro del grito" donde los toltecas in-
vocaron por primera vez a Tezcatlipoca 5 ) inicia su salida para el Oeste, siguiendo a la luz del dia el
curso de la Historia.
1 "Individuo e historia" (En La novela hispanoamericanaactual, Las Americas-Anaya, 1971, pp. 147-155).
13 Jorge Carri6n, Mito y magia del mexicano (Mexico: Ediciones Nuestro Tiempo, 1970), pp. 38-51.
14 No se expresa de otro modo Laurette Sejourn6 en su famoso estudio: "(...)el hombre, por pertenecer a la vez a
los abismos opacos y a los esplendores celestes, constituye el terreno de reencuentro fuera del cual los principios
opuestos moririan en el aislamiento" (En Pensamiento y religidn en el Mexico antiguo (Mexico: Breviarios,
F.C.E., No. 128, p. 131). La interpretaci6n existencialista de la novela por Cath. Mc. Allen (Homenaje, op. cit.,
pp. 399-442) encuentra alli sus raices mas profundas.
15 Vease Walter Krickeberg, "El pecado de Quetzac6atl," p. 50, (En Mitos y leyendas de los aztecas, incas,
mayas y muiscas, Mexico: F.C.E., 1971).
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La carrera del personaje, con sus caracteristicas fases de sol y sombra, parece entonces
dominada por el antagonismo de los astros gemelos de la antigua cosmogonia. Fruto de una
violaci6n, prematuramente huerfano, presenta todos los sintomas del muy mexicano "com-
plejo del hijo pr6digo". Sus ademanes de macho mal consiguen disimular un homosexualismo
latente, como lo atestiguan la pristina educaci6n en rodillas del maestro Sebastian y el estrecho
abrazo con los cuates, en casa de la Saturno. Seri pues el hombre de la traici6n, cuya ictitud
piblica hecha de coyotaje, lambisconeria, malinchismo, deriva exactamente de la dialectica de la
soledad. Apendice del capitalismo norteamericano al que sirve de prestanombre, cortesano
supremo de la "Repiblica Hereditaria" a traves de los 6rganos de prensa que dirige, este
potentado vive parapetado detris del poder. Llega a ser la personificaci6n del tapadismo oculto en
la "sonriente ezquizofrenia" denunciada por Fuentes como el estigma indeleble de la Revoluci6n
institucional. Unas mismas sefiales de debilidad repercuten hondamente en su vida privada. La
suerte le depara en Regina, Laura, Catalina, Lilia, "la mujer" que am6 "con sus cuatro nombres
distintos" (p. 122),-las cuatro doncellas reservadas a las victimas de Tezcatlipoca. Semejante
fatalidad acaba por reducir progresivamente sus relaciones amorosas a las proporciones de una
mera gesticulaci6n. Vuelve a seialarlo con particular encono el juego de los pies condenados a
errar por un laberinto cuya complejidad seniala el aporte de nuevas influencias. Artemio, al dejar
la "media luna veracruzana", esti destinado a tener "otra historia", guiado por "la mano
linguida del Mexico seco(...) atada por hilos dorados a las Antillas, al Oceano y, mis alla, al
Mediterraneo" (p. 278). ComoOrfeo, es victima de un mismo "error geografico" que le hizo
abandonar las languideces del Golfo para radicarse, despues de una siempre malefica incursi6n en
el Norte, en el birbaro Anhauac. Su matrimonio fracasado, con sus alternativas de uni6n
nocturna y de separaci6n diurna, no deja de evocar tambien el drama de Psique. Catalina,
simb6licamente sentada "con el espejo en una mano" (p. 167), vuelve a aparecerle como "la
ninfa enemiga", "el doble" que le significa su derrota al esposo ansioso de recobrar en el amor su
alma perdida. Al mirarle a cara descubierta, le condena, dignandose tan s6lo compartir con el,
cuando ya es demasiado tarde, la amargura de una "initil caricia" (p. 28, 204). No hay tal
"ninfa del orgullo" (p. 97), sin embargo, los demas detalles de la frase permiten identificarla
como Calisto metamorfoseada por Zeus en la 6ltima estrella de la Osa Mayor. Asi connotada, la
vuelta insidiosa del tema de Tezcatlipoca no ha de sorprender. Ademis de expresar el sincretismo
de la agonia, pone de manifiesto la vcluntaria confusi6n de los planos. Todo concurre, pues, a
hacer de Artemio la puesta de un "siniestro juego de eliminaciones" (p. 196), en el que, a pesar
de sus efimeros triunfos, fatalmente ha de levar las de perder. Con muy certera tiica, a medio
libro, estalla la cruda verdad de su herencia, en grito desgarrador:
(. . .) hijos de la chingada, la chingada que envenena el amor, disueltve la amistad, aplasta
la ternura, la chingada que divide, la chingada que separa, la chingada que destruye, la
chingada que emponzoia (. . .) (p. 146).
Tantos dias "mutilados", seiialados de negro, confieren ahora al "sobrevivir" del per-
sonaje un escaso valor de plazo a punto de vencer. Regina, el soldado herido, Gonzalo, Lorenzo
asociados varias veces en otra de las frases obsesivas del texto y hasta el padre Piez, todas esas
muertes ajenas son augurios de la suya. Esta se vuelve patente en la ftografia que pretende
eternizar su figura de momnia lista para emprender el ultimo viaje, con debido acompaiiamiento de
mastines. Ultimamente, la agonia remata el efecto, superponiendo a la imagen del nito extatico
de la montana, la del enfermo en su lecho de muerte. Con esta ultima visi6n de un hombre que
s610 vivi6 "vida muerta" (p. 34) acaba de cerrarse la curva de la parabola.
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'cada vez que hay relato novelesco, las tres personas del verbo entran obligatoriamente en juego:
dos personas reales: el autor que cuenta la historia, que corresponderia en la conversaci6n
corriente al 'yo', el lector, a quien la cuentan, el 'tu', y una persona ficticia, el heroe, de
quien cuentan la historia, el 'el' "' 1.Asi, Fuentes, al sistematizar el uso de los pronom-
bres, somete su personaje a una constante modificaci6n en la que nos convida a participar.
Hay un tercer elemento, el subconsciente, especie de Virgilio, que lo guia por los doce
circulos de su infierno., y que es la otra cara de su espejo, la otra mitad de Artemio Cruz:
es el "Ti" que habla en futuro.20
Yo no se... no se. .. si 1 soy yo... si td fue e... si yo soy los tres. .. Td. .. te traigo
dentro de mi y vas a morir conmigo... los tres. .. que hablaron.. . Yo. .. lo traere adentro
y morir conmigo.. . solo... (p. 315).
Hay un "yo no s'" que esta al margen del saber, observa M. Blanchot. La frase enuncia lo
fragmentario en un lenguaje que no lo reconoce, como si el discurso circular tuviera por con-
tenido su propia continuidad. "La palabra incluye siempre subjetivamente su respuesta'', precisa
asimismo Lacan, al evocar un sistema de comunicaci6n en que el emisor recibe del receptor su
propio mensaje en reverso. En semejante dial6ctica estriba para nosotros la explicaci6n de una
estructura hasta hoy mas controvertida que cabalmente justificada por la critica. Por mis
moderna que parezca, no deja de reanudar con el antiguo arte de los "TLamatinime", que suplian
las insuficiencias de su escritura jeroglifica con el auxilio de la tradici6n oral. En efecto, como si
pusiera particular esmero en seguir el modelo de los analesnahuas,Fuentes encabez6 los distintos
episodios de su novela con fechas muy precisas. Estas cubren la casi totalidad del afio (suprema
libertadc del autor, el mes de marzo no viene en la cuenta); asi adquieren los "12 dias definitivos
de Artemio", a manera de "nemontemi" o de "cabafuelas", un ambiguo valor de en-
mascarados. Coinciden los mas notables de ellos, con fechas fatidicas del calendario sagrado:
nace el 9 de abril de 1889-dominado por la cifra 9 malefica del "tonalamatl'"'-y muere el 10 de
abril de 1959-dia de cifra 10, dedicado a Tezcatlipoca, cuya fiesta, observa Sahag6n, caia cerca
de la Pascua cristiana. Resta observar c6mo el conjunto de los 38 fragmentos, sutil combinaci6n
entre los 12 circulos del infierno dantesco y los 13 cielos aztecas, con su particular distribuci6n en
3 series iniciadas por sendos pronombres del paradigma verbal, adopta cual "rueda de los afios"
la forma caracteristica del Cidice en cruz. Alli pudo encontrar Fuentes, ademas de un titulo, lo
mias claro de su inspiraci6n. Por lo visto, la escritura fragmentaria de la novela lleva un "espacio
de lenguaje al limite desde el cual vuelve la irregularidad de otro espacio hablante/ no hablan-
te' 22 , destinado a interpolar con el primero. Da el paso mas alli en que Artemio pierde su escaso
valor de personaje para cobrar su autentica dimensi6n de texto.
En plena ausencia, y como por omisi6n, algo se cumple sin cumplirse, que me aparta de mi
mismo para identificarme con el Otro. Entonces no es la muerte la que comparto con el, sino el
puro morir, la perdida intransitiva "en un movimiento de pura pasividad". Desde esta per-
spectiva de incesante muerte y resurrecci6n, de unidad que se resuelveen otredad para recom-
ponerse en nueva unidad, acaso sea posible penetrar en el enigma de la obra. Entre las piedras de
un relato ca6tico, la "otra voz" tiende el puente del deseo, un deseo que se transfigura a fin de
alcanzar su objeto materialmente vedado. Asi, tres veces ordenada en los planos tematico, mitico
y textual, la disoluci6n del personaje preside a su reencarnaci6n en el lector. Hecho co-participe
de la obra, este ha de reinsertar el mensaje perdido en los blancos de la escrutura. "Poesia,
momentanea reconciliaci6n", escribe 0. Paz, "Todos los hombres son este hombre que es otro y
yo mismo. Yo es ti y tambien el y nosotros vosotros y esto y aquello" 23. Artemio Cruz, de
probable estirpe india, hijo de mulata y criollo, es la encarnaic6n misma de un pueblo
traumatizado por el choque de una historia de simultaneidades, de aparentes cabos sueltos, de
promesas truncas e incumplidas. Incapaz de "pensar en blanco y negro, en buenos y malos, en
Dios y Diablo" (p. 33), viene a ser la expresi6n intima del dilema mexicano. Pero la
22 Maurice Blanchot, Le pas au-delh (Paris: Gallimard, 1973), p. 72.
2 3
Elarcoy la lira, op. cit., p. 181.
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"Libro de pinturas es tu coraz6n" rezan dos versos del manuscrito Romances de los Senores
de la Nueva Espana. Al plasmar en su libro el coraz6n abierto de Artemio, Fuentes no hace mas
que tomar al pie de la letra el viejo precepto. QuizA movido al optimismo por su contacto con la
revoluci6n cubana, haya optado por resolver la disyuntiva de Mexico en tdrminos de recon-
ciliaci6n. Le sirve de divisa una cita de Montaigne repetida en el texto (p. 249), "la
premeditaci6n de la muerte es premeditaci6n de la libertad". De ahi el sentido profdtico de una de
sus tltimas advertencias indirectamente dirigidas al lector:
Ti seras ese niflo que sale a la tierra, encuentra su destino, hoy que la muerte iguala el
origen y el destino y entre los dos, clava, a pesar de todo, el filo de la libertad (p. 279).
La frase suena como una invitaci6n urgente a buscar anclaje en el tiempo, cogiendo este hilo
de Ariadna tan tenue que s6lo permite salir del laberinto de la soledad. Asimismo, la obra asocia
la antigua sabiduria nahuatl a la griega, oponiendo al espectro de "la muerte pelona" una sintesis
24
"Un aspecto de la estructura de La muerte de Artemio Cruz "(En Homenaje..., op. cit., pp. 127-146).
25 "La actual literatura mexicana'' (En Panoramade la actual literaturalatinoamericana,La Habana: Casa de las
Americas, 1969, p. 10).