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El Espacio Orfico de la Novela

en
La Muerte de Artemio Cruz
Una novela es un espejo: todos lo dicen. Pero ique es leer una
novela? Creo que es saltar al espejo. De repente se encuentra uno al
otro lado del cristal en medio de gentes y cosas familiares al parecer.
Pero es un mero parecer, en realidad nunca les habiamos visto. Y las
cosas de nuestro mundo han pasado fuera, a su vez, y se han vuelto
reflejos. J.P. SARTRE, Situations I, p. 14.

Al comentar su novela ante E. Carballo, Carlos Fuentes no dej6 de indicar la doble tensi6n
que la disgrega entre los polos opuestos de la vida y la muerte:
Se relatan acqui las doce horas de agonia de este viejo que muere de infarto al
mesenterio (...) En su agonia, Artemio trata de reconquistar, medio por de la
memoria, sus doce dias definitivos, dias que son en realidad doce opciones. 1
Asi abre el autor un espacio de extraiamiento en el que su personaje cobra de repente un
valor arquetipico, volviendose la expresi6n intima del vivir ag6nico mexicano, el punto de en-
cuentro de las fuerzas antag6nicas que configuran el destino de su pais:
Entre nosotros (... ) no hay un solo tiempo (. . .) Nuestro tiempo se nos presenta im-
puro, cargado de agonias resistentes. La batalla es doble: luchamos contra un tiempo
que, tambien, se divierte con nosotros, se revierte contra nosotros, se invierte en
nosotros, se subvierte desde nosotros, se convierte en nombre nuestro. 2
Si escribir es precisamente, como lo afirma Fuentes, este contratiempo, la novela no puede
entenderse como una "Vida de Artemio Cruz" por muchos datos biograficos que contenga.
Tampoco se reduce a la relaci6n contemporanea de una agonia, ya que esta forma un simple
parentesis dentro del conjunto. Ni se puede asimilar a la cr6nica de setenta y un anos de historia,
vistos a traves de un individuo ejemplar. Parece mis bien encauzada hacia distinto rumbo, a la
otra orilla donde la muerte consagra el nacimiento de la obra. Tal vez el gran merito del mito
griego sea habernos seialado este oscuro origen del arte. Orfeo canta en Euridice nostalgia de la
unidad perdida, su pasi6n plantea el dilema de la otredad. La trayectoria de Artemio parte de una
misma disyuntiva; ha de reproducir, en algin modo, el erritico vaiv6n de su paradigma eterno.
El "morird" que cierra el libro remite la muerte a un futuro posterior, asignando al relato un
papel de pretexto. Opera una total inversi6n de valores: el final hecho principio. Al proyectar
sobre la vida de Artemio la mirada neutra de la muerte, el autor pretende descubrir la otra cara de
su medalla,-empresa sumamente azarosa-, por eso le marc6 la frente con una cruz en seial de
albur. iNo seria dsta la "equis" que cifr6, para Alfonso Reyes, el enigma mismo de Mexico?
1 En Diecinueve protagonistas de la literatura mexicana del siglo XX (Mexico: Empresas Editoriales, S.A.,
1963), pp. 440-441.

2 Carlos Fuentes, Tiempo mexicano (Mexico: Cuadernos de Joaquin Mortiz, 1972), pp. 9-10.
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Paradoja de la muerte: oscura y silenciosa, no contesta a nuestra interrogaci6n y su negativa


llena de estupor helado nuestro discurso. Es tambien el instante supremo que "iguala el origen
con el destino", devolviendo de el una imagen definitiva que permite abarcarlo en su totalidad.
"Animal que preves tu muerte, cantas tu muerte, la dices, la bailas, la pintas, la recuerdas... "
(p 278) 3Al apostrofar asi a su personaje, Fuentes plantea en sus terminos eternos la exigencia de
su propia tentativa. Conocido es el caso de estos "resucitados" que creyeron revivir, en "un
abrir y cerrar de ojos", su existencia de pronto desarrollada como en una pelicula. Nuestro
concepto de la muerte cobra entonces su pleno valor de metafora de la vida. 4 Es el sitio de una
extrafia biparticin. En un sentido, exalta el "yo", otorgando la mirada para atras, hacia las
cosas, con la que alcanza su esencia oculta. En otro, todo tiene un aspecto mis verdadero pero
tambien mis alejado. Quiza sea porque no me puedo referir nunca a la experiencia propia. Asi la
mayor exaltaci6n del individuo es siempre la del Otro visto como un no ser, nadie. La muerte
ningunea.
Al presentar su novela como un "dialogo de espejos" 5, Fuentes hizo mucho mas que
retomar un t6pico. Llev6 hasta sus iltimas consecuencias una frase de O. Paz para quien "la
muerte es un espejo que refleja las vanas gesticulaciones de la vida". Su propia expresi6n es
mucho mas compleja y deliberadamente equivoca. Pudo serle dictada por la misma ambiguedad
del tema. Sugiere una infinita combinaci6n de efectos visuales y sonoros a partir de un foco
perpetuamente eludido. Construcci6n abismal en torno a una ausencia.
En efecto, todo el relato esti comprendido en el espacio que separa un par de miradas al
espejo. Nunca tenemos de Artemio una visi6n directa. Al abrir los ojos, en la primera pigina,
descubre, y nosotros con e1, su "nueva cara" de enfermo, cara de espanto, reflejada en "las
incrustaciones de vidrio de una bolsa de mujer" (p. 9). La fuerte impresi6n que le procura el
esperpento le hace cerrar otra vez los ojos:
Trato de recordarlo en el reflejo; era un rostro roto en vidrios, sin simetria, con el ojo
muy cerca de la oreja y muy lejos de su par, con la mueca distribuida en tres espejos
circundantes (p. 10).
No los vuelve a abrir sino muy contadas veces hasta el final, cuando divisa de nuevo sus
facciones deformes en un cristal colocado encima de la mesa de operaci6n. Este enfoque parece
inspirarse en una previa lectura de Sombras, novela corta de Jaime Torres Bodet. Dofia Eulalia,
la protagonista, aislada del mundo por su egoismo, su vanidad y su orgullo, vive retraida en una
casa poblada de recuerdos. Al sentir que se le acerca la muerte, echa una 6ltima mirada al espejo,
"duda de pronto (. . .) y por primera vez, no se reconoce" 6. Algo muy parecido le ocurre a este
hombre de rostro desconocido, que trata de hurtarse a la vista cerrando los ojos. A falta de retrato
suyo, no tenemos mas remedio que asentar su escasa presencia en elementos sumamente
precarios: unas cuantas frases truncas obsesivamente repetidas, retazos de dialogo con los
comparsas del drama y, sin embargo, a diferencia de ellos, no dejamos de oir el eco de su voz
muda, voz del silencio, salida de las profundidades de su ser intimo. Fuentes establece asi, entre
personaje y lector, una relaci6n totalmente ficticia dentro de la particular obliteraci6n del
monologo interior.
3 Los nlimeros de las piginas citadas corresponden a la primera edici6n (Mexico: F.C.E., 1962)*
4Vease Edgar Morin, L'homme et la mort (Paris: Seuil, 1970), p. 22 ss.

5 E. Carballo, op. cit., p. 441.


6
Sombras (Mexico: Editorial Cultura, 1957), p. 143.
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Son islotes de conciencia que, en medio de un caracteristico estado de duermevela, expresan,


a travds de numerosos altibajos y frecuentes interrupciones, el caos del trance mortal. Por medio
de este recurso, nos es dado reconstituir, a ciegas y con deliberada inexactitud, todo un ajetreo
f6nebre, en las idas y venidas de los pr6ximos (miembros de la familia, secretario, medicos) entre
los cuales destaca la figura de un sacerdote cuya presencia sefialan un insistente "olor de in-
cienso" y la visi6n nebulosa de unos "faldones negros". El relato de la agonia desgrana todo el
ritual de preces y unciones rematado por la recitaci6n del "De profundis" (p. 248) y una
significativa seial de la cruz a medio hacer. Pero, al mismo tiempo, esti puntuado en sordina por
las violentas reacciones de un hombre que aprendi6 desde joven a ''odiar a los curas". Nace
asi la impresi6n de que estamos presenciando un simulacro de muerte cristiana. Para refor
zar el ambiente carnavalesco de este primer nivel narrativo y con el fin de infundirle mayor
distancia literaria, el autor parece haber retomado en tono par6dico los procedimientos del
Ars Moriendi,cuyo esquema tradicional reproduce escrupulosamente. 7 Artemio ha de
sucumbir a las cinco grandes asechanzas mediante las cuales solia el demonio, segin las
leyes del genero, disputar a los angeles el alma del moribundo. Primero, el renegar de la fe,
entre encarnizadas blasfemias dirigidas ''a la virgen azorada que se habia creido los cuentos
y supercherias de su familia" (p. 30), al hijo del carpintero "con sus doce agentes de
relaciones piblicas" (p. 88), al sacerdote venido a auxiliarle, "que voluntariamente se
disfraza de mujer, que voluntariamente se castra, que voluntariamente se emborracha con
la sangre ficticia de un Dios" (p. 123). Segundo, la mala conciencia, al repasar men-
talmente los errores cometidos evocando los nombres de quienes murieron por el: "Yo
sobrevivi. Regina. iC6mo te llamaban? No. Ti Regina. iC6mo te Ilamabas ti, soldado
sin nombre? Sobrevivi. Ustedes murieron. Yo sobrevivi" (p. 85, 222). Tercero, el
apego a las riquezas: mientras imagina a su mujer y a su hija despojandole de sus bienes,
evoca desesperadamente "El ruido fresco y dulce de billetes y bonos nuevos (...) el
arranque suave de un autom6vil de lujo... (p. 163). Cuarto, la desesperaci6n por los
sufrimientos: "(...) no quiero esa piel azul, esa piel pintada de sangre muerta, no, no, no
la quiero, azul otra cosa, azul el cielo, azul los recuerdos, azul los caballos que cruzan los
rios..." (p. 221). Quinto, la soberbia: "(...) todo o nada: conocen mi albur? Flo en-
tienden? (...)" con guevos, jugindosela, rompiendose la madre, exponiendose a ser
fusilado por los de arriba o por los de abajo; eso es ser hombre como yo he sido..." (p.
120). El texto recalca el efecto haciendo coincidir el momento crucial de la absoluci6n con
el delito mayor de la apostasia:
Eso si existe, eso si es mio. Eso si es ser Dios, Leh?, ser temido y odiado y lo que sea, eso
si es ser Dios, de verdad Leh? Digame c6mo salvo todo eso y lo dejo cumplir todas sus
ceremonias, me doy golpes en el pecho, camino de rodillas hasta un santuario, bebo
vinagre y me corono de espinas (p. 163).
Parad6jicamente, Artemio se condena en nombre de una moral que todo su ser rechaza. Por
mas que la rechace, muere "con todos los auxilios de la Santa Madre Iglesia" (p. 30). La parodia
sirve aqui para resquebrajar la fachada de honradez y respetabilidad impuesta por la decencia,
detras de la cual se disimula un profundo desasosiego interior. Otro "rito" interfiere con este,
destinado a acreditar una nueva versi6n del personaje. En las horas que preceden su traslado a la
7Dicha comparaci6n aos fue inspirada por el ensayo de Paul Westheim, La calavera, trad. Mariana Fuente
(Mexico: Ediciones Era, 1971).
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clinica, mand6 traer a su cabecera una grabadora en la que solia registrar sus conversaciones de
negocios. Oye asi su "voz reversible" que le suena tan chillona a los oidos, cuando arman el
aparato. En los intervalos de escucha, esta restaura la imagen del potentado de la vispera, la del
hombre sin escripulos, listo para acudir a todos los expedientes, a todos los compromisos con tal
de lograr su meta. Semejante impronta pugna por sustituirse a la impresi6n anterior, con-
siguiendo en su estridencia reforzar el efecto general de ocultaci6n. Artemio desaparece otra vez
tras su deseo de perseguir, hasta en los umbrales de la muerte, la quimera de un poder que por fin
le abandon6.
Cabe afiadir que, al presente del relato, se superponen otros niveles narrativos aparen-
temente desconectados entre si. Con "las doce horas de agonia", alternan los "doce dias
definitivos" de Artemio que vuelve a aparecer desde el seno de su desaparici6n. Son reflejos
de reflejos, imagenes en segundo grado repercutidas por los multiples espejos del tex-
to: aguas del recuerdo, cristal de una mesa, vidrieras de un vestibulo, mar de sueilos, rio
remoto o mirada ajena, que siempre representan una visi6n parcial del personaje. En su
silueta borrosa, destacan las manos, los pies. Se concentra la atenci6n en los ojos verdes y
la frente marcada por la cicatriz, inicas sefias de identidad en sus facciones cambiantes. Del
mismo modo, pasamos de una faceta a otra de su personalidad sin saber cuil elegir. El
voluntario anacronismo del relato remite adrede a los papeles sociales mas discordes, a las
aspiraciones intimas menos compatibles, hasta configurar el especticulo de una radical
enajenaci6n. Tenemos incluso la impresi6n sugerida por la sintaxis del texto, que los
diversos episodios de la novela hubieran podido integrar doce vidas distintas, cuando
descubrimos de pronto que el inico dia autentico de Artemio ha sido vivido por otro,
Lorenzo su hijo. Pero el autor no deja de poner en tela de juicio su propia sugerencia:
Elegiras entre los espejos infinitos uno solo que te reflejara irrevocablemente, que lenari
de una sombra negra los demas espejos, los mataras antes de ofrecerte, una vez mas, esos
caminos infinitos para la elecci6n (p. 209).
Estamos ante el retrato vivo de la mala conciencia.8 Simetrica de si misma, la frase
refleja los dias definitivos como otras tantas elecciones malogradas. Todo juicio definitivo
sobre esta vida raya en ilusi6n. El dialogo de espejos concluye en moderna variante del mito
de Eco y Narciso. Al acercarse a su intimidad mas profunda, repite Artemio el absurdo
movimiento de la Bestia, en La madriguerade Kafka. Siempre se aleja de si para dar con el
Otro que viene a su encuentro, consiguiendo tan s61o en su ceguera, oir el eco desesperado
de su propia marcha:
Recordaras otras cosas, otros dias que legaran de noche a tu noche de ojos cerrados y s6lo
podras reconocerlos por la voz. jamas con la vista. DeberBs darle credito a la noche y
aceptarla sin verla, creerla sin reconocerla, como si fuera el Dios de todos los dias: la
noche (p. 35).
Hero el eclipse de Artemio preside a la aparici6n de lo invisible, cuando la agonia opera en
sus ojos la inversi6n suprema del extasis. Asi inaugura el autor la mirada 6rfica, que no lo quiere
en su verdad diurna, sino en su extrafeza misma, hasta lograr en ella la plenitud de su muerte.
8"La mala conciencia (...) esti rodeada por todas partes de superficies reflejantes en las que rebotan los
problemas. Por todas partes las cosas le devuelven su propia imagen: quisiera escaparse y por todas partes vuelve a
encontrarse a si misma." V. Jankelevitch, La mauvaise conscience (Aubier-Montaigne, 1966), p. 19.
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Al plasmar en salto mortal el acceso a la otredad, la obra vuelve a abrirse dentro de su


cerrazon inicial. Enlaza el fin con el comienzo, confiridndole al personaje el caracter indefinible
dc la semejanza cadavdrica y un puro destino de aparecido. "Cuando el futuro es
suprimido- apunta Fuentes en Tiempo mexicano-el origen ocupa su lugar". Esta "certeza
acaso revestida de mitos" deja traslucir un asomo de la teoria junguiana de los "arquetipos".
Sugiere otra lectura tendida hacia el oscuro trasfondo de la novela, ahi donde ha de revelarse la
imagen primordial.
"Despierto"-la ambiguedad empieza con la primera palabra. Ademts de sefialar la salida
dcl anterior colapso, el verbo retoma puntualmente la f6rmula consagrada que, segin los in-
formantes de Sahagn, marcaba para los antiguos mexicanos, el paso a mejor vida. Asi en-
cauzado, el relato de la agonia, con su letania de frases obsesivas de doble sentido, "abran la
ventana'', "cruzamos el rio a caballo", evoca una oscura migraci6n del alma. Como si el
moribundo, en el acto de alcanzar la otra orilla, pugnase por recobrar la unidad perdida, con el fin
de no caer en la sima de Mictlhn, "el lugar sin puertas ni ventanas". De hecho, Artemio trata
constantemente durante su agonia de "encontrar los cabos" del hilo roto por dl en su afrn de
"completar (su) otro destino, la segunda parte que (dl) no pudo cumplir". Consta observar que la
humrnanidad, hija de la Noche y del Viento, tiene en la tradici6n 6rfica del huevo de Fands-o de
Metis 9 -el mismo origen dual que en la mitologia nahuatl. Situandose en el punto de con-
vergencia de corrientes tan diversas, Fuentes supo aprovechar la magnifica ocasi6n que se le
ofrecia de enfocar la bisqueda de la identidad dentro de un espacio hibrido donde escapase siempre
en radical otredad. Por eso, aqui, la curva de la reminiscencia abandona la circularidad del
modelo griego para convertirse en parabola de Quetzalc6atl.
La escena inicial parece directamente sacada de los anales de Cuautitlan 1o Tras descubrir su
imagen monstruosa empafiada por el "vahovahovaho" de su respiraci6n, Artemio, presa de un
repentino acceso de dolor que lo hace ovillarse sobre si mismo, vuelve a divisarla en otro espejo
colocado frente a su cama. Sin lugar a dudas, el atributo dos veces caracterizado, esas manos y
esos pies reunidos por el escorzo del ademan, son una alusi6n transparente al espectro de Tez-
catlipoca configurado por sus inicas manifestaciones visibles. Esta brutal revelaci6n le inspira
entonces al personaje las palabras que perpetraron la caida de Quetzalc6atl: "Pido, pido que mi
rostro y mi cuerpo me sean devueltos" (p. 10). El autor s61o altera la letra de la leyenda para
recalcar su terrible poder de remanencia: en etecto, todo el itinerario mental del personaje se
inscribe dentro de una infinita sospecha circular.
Probablemente inspirado por las teorias de Northrop Frye, Rend Jara C. no dej6 de
aclvertir la impronta del mito azteca, sefialando la coincidencia de la antigua fiesta del Fuego
Nuevo con un episodio de particular relevancia en la novela. Al celebrar en Coyoacan sus 52 afios
de vida piblica, Artemio actia a manera de oficiante en un ritual que lo hace participar del ritmo
ciclico del universo. Asi, cada recuerdo suyo, con estar incluido en un contexto hist6rico muy
preciso, viene a superar la "contingencia temporal' ' Semejante opini6n rebasa el punto de vista
9Por mis sefias vease Orpheus and Greek Religion, trad. francesa por S.M. Guillemin: Orphee et la religion
grecque (Paris: Payot, 1956).
10 Fuentes nos propone su propia interpretaci6n de la leyenda y un comentario de los Anales en Tiempo
mexicano,op. cit. Vease ''De Quetzac6atl a Pepsic6atl," pp. 17-23.
1Rend Jara C., "El mito y la nueva novela hispanoamericana. A prop6sito de La muerte de Artemio Cruz"''
(En Homenaje a CarlosFuentes, Madrid: Anaya, 1971, pp. 149-208.
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subjetivo desde el cual el autor enfoca su novela, para atenerse a sus implicaciones tltimas.
Parece preciso matizarlo, notando que, al repasar por via de la memoria las distintas cir-
cunstancias de su vida, Artemio Cruz trata mis bien de eludir la contingencia a punto de anegarle
definitivamente. Incluso, en iltima hora, aparece movido por el poderoso aftn de sobrevivir,
reencarnando en los demis: Lorenzo, su hijo, a quien imagina cumpliendo su otro destino, las
mujeres amadas que constituyen la otra mitad de su ser. Semejante anhelo explica la relativa
hipertrofia del tema amoroso. Este rebasa en gran parte el simple interes romantico que le
concedi6 injustamente J. Sommers 12. La Revoluci6n representa otra etapa esencial de la
conversi6n interior que se esti operando. En el acto magico, por el que el heroe, aplicindole las
palabras de Octavio Paz, 'Se adentra en si mismo, en su pasado y en su sustancia, para extraer
de su intimidad, de su entrafia, su filiaci6n". La 16gica misma del proceso recurrente acaba
superponiendo a la perspectiva de la muerte el recuerdo del nacimiento: impone la imagen de la
madre estrechamente ligada a la de la tierra. Asi concluye el retorno al origen rumbo al Este y al
mar. Por ahi ha &epasar la "ruta psicol6gica de Quetzalc6atl''" 31 que va siguiendo Artemio. Pero,
conforme se afirma su conciencia moral en el gesto de la mano tendida, con "sus cinco estrellas
contractiles, sus cinco dedos clavados en la otra orilla" (p. 208), pierde su figura individual para
integrar el Todo. Dos escenas-claves, enmarcando el relato, rematan el efecto de cosmizaci6n:
arrebatado en extasis, Ileva en su cuerpo, como'"'bajel de piedra'', las huellas que dej6 la "tropa
ruda isabelina" (p. 35), al desembarcar algun dia por las playas de Vera Cruz, de donde sali6, 1
mismo, siguiendo allende los montes, la antigua ruta de los invasores, en busca de su propio
centro; "vas a ser el punto de encuentro y la raz6n del orden utiiversal 14 , (.. ..) eres, seras, fuiste
el universo encarnado" (p. 313), reza finalmente el texto. Un mismo espacio onirico de
maiifiestas consonancias heracliteas, consigue, pues, anular los tres tiempos. otorgando una
primera visi6n de la muerte. Al querer fundirse en el mundo, d intenta alcanzar la libertad del ser
que le permitiria transcender su efimera condici6n de hombre. Al menos, sta es la ilusi6n
prof6tica que le procura su extasis de ojos cerrados.
Pero el espejo magico de Tezcatlipoca se los abre otra vez, devolviendole la imagen cotidiana
de su otra muerte, la que no dej6 de perseguirle durante su vida. "La cueva desde la cual acecha
al hombre-observa Paul Westheim-no sdlo es un lugar, es un pasado mitico, es horror a un
preterito que Tezcatlipoca puede convertir de nuevo en presente o futuro". Dentro del orden
circular, vuelve a nacer en sentido contrario, el fluir temporal. Al polo materno se sustituye
entonces el polo paterno como fuente de destrucci6n. "Isabel Cruz o Cruz Isabel" (p. 314) es la
dclave de la inversi6n que se opera en el destino de Artemio cuando, tras oir en la montana el
"aooo prolongado de Lunero" (probable alusi6n al "cerro del grito" donde los toltecas in-
vocaron por primera vez a Tezcatlipoca 5 ) inicia su salida para el Oeste, siguiendo a la luz del dia el
curso de la Historia.
1 "Individuo e historia" (En La novela hispanoamericanaactual, Las Americas-Anaya, 1971, pp. 147-155).
13 Jorge Carri6n, Mito y magia del mexicano (Mexico: Ediciones Nuestro Tiempo, 1970), pp. 38-51.
14 No se expresa de otro modo Laurette Sejourn6 en su famoso estudio: "(...)el hombre, por pertenecer a la vez a
los abismos opacos y a los esplendores celestes, constituye el terreno de reencuentro fuera del cual los principios
opuestos moririan en el aislamiento" (En Pensamiento y religidn en el Mexico antiguo (Mexico: Breviarios,
F.C.E., No. 128, p. 131). La interpretaci6n existencialista de la novela por Cath. Mc. Allen (Homenaje, op. cit.,
pp. 399-442) encuentra alli sus raices mas profundas.
15 Vease Walter Krickeberg, "El pecado de Quetzac6atl," p. 50, (En Mitos y leyendas de los aztecas, incas,
mayas y muiscas, Mexico: F.C.E., 1971).
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La carrera del personaje, con sus caracteristicas fases de sol y sombra, parece entonces
dominada por el antagonismo de los astros gemelos de la antigua cosmogonia. Fruto de una
violaci6n, prematuramente huerfano, presenta todos los sintomas del muy mexicano "com-
plejo del hijo pr6digo". Sus ademanes de macho mal consiguen disimular un homosexualismo
latente, como lo atestiguan la pristina educaci6n en rodillas del maestro Sebastian y el estrecho
abrazo con los cuates, en casa de la Saturno. Seri pues el hombre de la traici6n, cuya ictitud
piblica hecha de coyotaje, lambisconeria, malinchismo, deriva exactamente de la dialectica de la
soledad. Apendice del capitalismo norteamericano al que sirve de prestanombre, cortesano
supremo de la "Repiblica Hereditaria" a traves de los 6rganos de prensa que dirige, este
potentado vive parapetado detris del poder. Llega a ser la personificaci6n del tapadismo oculto en
la "sonriente ezquizofrenia" denunciada por Fuentes como el estigma indeleble de la Revoluci6n
institucional. Unas mismas sefiales de debilidad repercuten hondamente en su vida privada. La
suerte le depara en Regina, Laura, Catalina, Lilia, "la mujer" que am6 "con sus cuatro nombres
distintos" (p. 122),-las cuatro doncellas reservadas a las victimas de Tezcatlipoca. Semejante
fatalidad acaba por reducir progresivamente sus relaciones amorosas a las proporciones de una
mera gesticulaci6n. Vuelve a seialarlo con particular encono el juego de los pies condenados a
errar por un laberinto cuya complejidad seniala el aporte de nuevas influencias. Artemio, al dejar
la "media luna veracruzana", esti destinado a tener "otra historia", guiado por "la mano
linguida del Mexico seco(...) atada por hilos dorados a las Antillas, al Oceano y, mis alla, al
Mediterraneo" (p. 278). ComoOrfeo, es victima de un mismo "error geografico" que le hizo
abandonar las languideces del Golfo para radicarse, despues de una siempre malefica incursi6n en
el Norte, en el birbaro Anhauac. Su matrimonio fracasado, con sus alternativas de uni6n
nocturna y de separaci6n diurna, no deja de evocar tambien el drama de Psique. Catalina,
simb6licamente sentada "con el espejo en una mano" (p. 167), vuelve a aparecerle como "la
ninfa enemiga", "el doble" que le significa su derrota al esposo ansioso de recobrar en el amor su
alma perdida. Al mirarle a cara descubierta, le condena, dignandose tan s6lo compartir con el,
cuando ya es demasiado tarde, la amargura de una "initil caricia" (p. 28, 204). No hay tal
"ninfa del orgullo" (p. 97), sin embargo, los demas detalles de la frase permiten identificarla
como Calisto metamorfoseada por Zeus en la 6ltima estrella de la Osa Mayor. Asi connotada, la
vuelta insidiosa del tema de Tezcatlipoca no ha de sorprender. Ademis de expresar el sincretismo
de la agonia, pone de manifiesto la vcluntaria confusi6n de los planos. Todo concurre, pues, a
hacer de Artemio la puesta de un "siniestro juego de eliminaciones" (p. 196), en el que, a pesar
de sus efimeros triunfos, fatalmente ha de levar las de perder. Con muy certera tiica, a medio
libro, estalla la cruda verdad de su herencia, en grito desgarrador:
(. . .) hijos de la chingada, la chingada que envenena el amor, disueltve la amistad, aplasta
la ternura, la chingada que divide, la chingada que separa, la chingada que destruye, la
chingada que emponzoia (. . .) (p. 146).
Tantos dias "mutilados", seiialados de negro, confieren ahora al "sobrevivir" del per-
sonaje un escaso valor de plazo a punto de vencer. Regina, el soldado herido, Gonzalo, Lorenzo
asociados varias veces en otra de las frases obsesivas del texto y hasta el padre Piez, todas esas
muertes ajenas son augurios de la suya. Esta se vuelve patente en la ftografia que pretende
eternizar su figura de momnia lista para emprender el ultimo viaje, con debido acompaiiamiento de
mastines. Ultimamente, la agonia remata el efecto, superponiendo a la imagen del nito extatico
de la montana, la del enfermo en su lecho de muerte. Con esta ultima visi6n de un hombre que
s610 vivi6 "vida muerta" (p. 34) acaba de cerrarse la curva de la parabola.
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En el acto de morir, el antiguo mexicano podia contemplar su rostro eterno en el "espejo


humeante' 'de Tezcatlipoca. Alli veia sellada su desdicha, como si el dios de la incertidumbre
solo le hubiera colmado de favores para ordenar mejor su castigo. Alli veia sus pecados
ritualmente plasmados en forma de excrementos. El autor reanuda con esta remota fuente de
inspiraci6n al enlazar una fria y clinica descripci6n de infarto al mesenterio (p. 90-91), con el
instante de la revelaci6n suprema en que lo horrible muestra las entrafias del ser. Vuelve a im-
ponerse el tema de la caida de Quetzalc6atl. Presa de un mismo acceso de terror sagrado, Artemio
experimenta, a su vez, sefiales de una obvia monstruosidad: un "olor de escamas muertas" (p.
203), unas contracciones' 'como los anillos de una serpiente" (p. 220). La agonia perpetra un
total estado de enajenaci6n rematado por ambiguas connotaciones religiosas. Mientras el
sacerdote le unta el 61eo sacramental, el texto mantiene el equivoco dando la impresi6n de que es
victima de un sacrificio ritual: "alguien me ha clavado un pufpal largo y frio en el est6mago" (p.
219). Los dos movimientos contrarios del libro se implican, alcanzado el paroxismo de la otredad.
"Ahi, en pleno salto-apunta 0. Paz- el hombre, suspendido en el abismo, entre el esto y el
a-quello, por un instante fulgurante es esto y aquello, le que fue y lo que sera, vida y muerte, en
un serse que es un pleno ser, una plenitud presente" 16. Asi pudiera ser de Artemio cuando,
brutalmente yuxtapuesta a la del "coraz6n abierto" (p. 314), que parece marcar el apoteosis de
su conversi6n, una iltima imagen nos lo muestra en el quirofano donde sfroa una operaci6n
"intil". El espejo, que lo habia introducido, efectia la salida del mito. or ser evidente, ei
encuentro con el autor de La noche boca arriba no deja de tener implicaciones radicalmente
opuestas. Fuentes destruye el efecto en el momento preciso en que Cortazar inicia el suyo.
Artemio no puede participar un secreto que s6lo poseera cuando sus ojos se cierren para siempre.
Cumple asi un ciclo celebrado de antemano en las viejas cr6nicas, el de un pueblo "cuyo rostro
nadie conocia", el mismo destino de la serpiente emplumada. Al romper la fatalidad de su
mascara, se convierte otra vez en desconocido.
Plasmada en triple nexo mitol6gico, la muerte de Artemio Cruz no pretende imponer de el
una imagen definitiva. Ora se inspira, de mala manera, en el Calvario de Cristo crucificado en
medio de mujeres orantes. Ora stas, empefiadas en echar mano de su testamento, revuelcan la
habitaci6n como furias, listas para iniciar una suerte de "sparagmos" 6rfico. Ora creemos
presenciar el desenlace sangriento de una "guerra florida", cuando el cuchillo ritual desgarraba
las entraias de la victima sacrificada en aras de una terrible fatalidad. Asi, alcanzado este punto
desde el cual "la vida y la muerte, lo real y lo imaginario, el pasado y el futuro, lo comunicable y
lo incomunicable, dejan de ser percibidos contradictoriamente"'17, el personaje vuelve a reflejarse
en el mismo texto hasta tomar la forma del eternamente disperso.

"La muerte-escribe Jankelevitch-juega al escondite con la conciencia: donde estoy, no


est6, y cuando esta, ya no estoy yo. Mientras soy, la muerte esta por venir, y cuando sobreviene
aqui y ahora, ya no hay nadie" 18 . Esta disyuntiva repercute en la escritura de la novela. Mas alla
del artificio aparente, traduce la voluntad de rebasar los limites individuales, abarcando la
totalidad del ser-para-la-muerte. Tampoco deja de recordar una observaci6n de Michel Butor:
16
Elarcoy la lira (Mexico: F.C.E., 1970), p. 180.
17 La cita es de A. Breton en la traducci6n de Fuentes (Vease Tiempo mexicano, op. cit., p. 12).
18La mort (Paris: Flammarion, 1966), p. 31.
ESTUDIOS 245

'cada vez que hay relato novelesco, las tres personas del verbo entran obligatoriamente en juego:
dos personas reales: el autor que cuenta la historia, que corresponderia en la conversaci6n
corriente al 'yo', el lector, a quien la cuentan, el 'tu', y una persona ficticia, el heroe, de
quien cuentan la historia, el 'el' "' 1.Asi, Fuentes, al sistematizar el uso de los pronom-
bres, somete su personaje a una constante modificaci6n en la que nos convida a participar.

Los fragmentos en primera persona figuran la experiencia imperfecta de la muerte propia.


Balbuceos de una conciencia cerrada que se expresa en presente, remiten a un porvenir que "el
viejo moribundo no alcanzari a conocer''. Al contrario, los pasajes en tercera persona cubren la
mayor parte de la narraci6n. Ecos preteritos de una memoria an6nima hablando desde el seno del
olvido, dejan oir el discurso inconsciente del Otro, como un recordar sin reposo. A medio
camino, una voz franquea el muro que separa el mon6logo interior del relato impersonal:

Hay un tercer elemento, el subconsciente, especie de Virgilio, que lo guia por los doce
circulos de su infierno., y que es la otra cara de su espejo, la otra mitad de Artemio Cruz:
es el "Ti" que habla en futuro.20

La referencia a Virgilio confirma la inspiraci6n 6rfica de una obra fundada en la constante


rotaci6n de sus signos. Imagen especular del yo, la segunda persona, limite pr6ximo de la
otredad, consigue la partici6n del sujeto. Se inicia pues, por dobles interpuestos, un may
lacaniano juego a cuatro entre personaje y lector en que le toca a iste hacer de muerto 21 . En
efecto, la escritura efectia el paso de "Yo" a "El", mediante el cual, segun Blanchot, "lo que
me ocurre a mi, no le ocurre a nadie, es an6nimo porque me concierne, se repite con una
dispersidn infinita". Inversamente, advierte M. Butor, "lo que se me cuenta es siempre alguien
que se cuenta y me cuenta". Mi lectura opera pues el retroceso de la tercera a la primera persona.
Pero mientras el aoristo mitico se actualiza en el presente del relato, el discurso en segunda
persona cargado de un alto valor profitico, al reflejar en futuro el pasado de Artemio, hace
de lo vivido algo imposible de vivir y que, por lo tanto, ha de trastornar los datos de la
existencia. Asi, el concierto de las ''voces" interfiere tiempos y espacios por medio de un
sistema de transgressiones cuyo efecto es borrar el limite que separa el orden de la narraci6n
del orden de lo narrado. En este tipo de relato giratorio que evita la cerraz6n del mensaje
final para reanudar sin tregua su movimiento entre vida y muerte, no "habla'' la obra sino
para repetir lo que constituye, en la formulaci6n de Freud, el dicho de la cosa: ''Ahi donde
drase, he de venir a ser".
Sin embargo, el eterno retorno de lo mismo excluye la presencia en beneficio de la
representaci6n. En el escenario de la escritura, vivo el simulacro de la muerte de Artemio Cruz
segun las reglas de un juego que acaba de constituir el texto en espacio de diferencia. Cada
elemento llamado presente remite a otro y, sin dejar de conservar la huella del pasado, Ileva ya la
impronta del futuro, estando siempre en relaci6n con lo que no es el, dentro de un haz de
relaciones entrecruzadas que no legan a coincidir hasta el final:
19
Essais sur le roman (Paris: Gallimard, Idees No. 188), p. 73.

20 Entrevista de E. Carballo en Diecinueveprotagonistas,op. cit., p. 440.


21
Por mas sefias, vease Jacques Lacan, Ecrits I, "La chose freudienne," Coll. Points, pp. 209-248.
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Yo no se... no se. .. si 1 soy yo... si td fue e... si yo soy los tres. .. Td. .. te traigo
dentro de mi y vas a morir conmigo... los tres. .. que hablaron.. . Yo. .. lo traere adentro
y morir conmigo.. . solo... (p. 315).
Hay un "yo no s'" que esta al margen del saber, observa M. Blanchot. La frase enuncia lo
fragmentario en un lenguaje que no lo reconoce, como si el discurso circular tuviera por con-
tenido su propia continuidad. "La palabra incluye siempre subjetivamente su respuesta'', precisa
asimismo Lacan, al evocar un sistema de comunicaci6n en que el emisor recibe del receptor su
propio mensaje en reverso. En semejante dial6ctica estriba para nosotros la explicaci6n de una
estructura hasta hoy mas controvertida que cabalmente justificada por la critica. Por mis
moderna que parezca, no deja de reanudar con el antiguo arte de los "TLamatinime", que suplian
las insuficiencias de su escritura jeroglifica con el auxilio de la tradici6n oral. En efecto, como si
pusiera particular esmero en seguir el modelo de los analesnahuas,Fuentes encabez6 los distintos
episodios de su novela con fechas muy precisas. Estas cubren la casi totalidad del afio (suprema
libertadc del autor, el mes de marzo no viene en la cuenta); asi adquieren los "12 dias definitivos
de Artemio", a manera de "nemontemi" o de "cabafuelas", un ambiguo valor de en-
mascarados. Coinciden los mas notables de ellos, con fechas fatidicas del calendario sagrado:
nace el 9 de abril de 1889-dominado por la cifra 9 malefica del "tonalamatl'"'-y muere el 10 de
abril de 1959-dia de cifra 10, dedicado a Tezcatlipoca, cuya fiesta, observa Sahag6n, caia cerca
de la Pascua cristiana. Resta observar c6mo el conjunto de los 38 fragmentos, sutil combinaci6n
entre los 12 circulos del infierno dantesco y los 13 cielos aztecas, con su particular distribuci6n en
3 series iniciadas por sendos pronombres del paradigma verbal, adopta cual "rueda de los afios"
la forma caracteristica del Cidice en cruz. Alli pudo encontrar Fuentes, ademas de un titulo, lo
mias claro de su inspiraci6n. Por lo visto, la escritura fragmentaria de la novela lleva un "espacio
de lenguaje al limite desde el cual vuelve la irregularidad de otro espacio hablante/ no hablan-
te' 22 , destinado a interpolar con el primero. Da el paso mas alli en que Artemio pierde su escaso
valor de personaje para cobrar su autentica dimensi6n de texto.
En plena ausencia, y como por omisi6n, algo se cumple sin cumplirse, que me aparta de mi
mismo para identificarme con el Otro. Entonces no es la muerte la que comparto con el, sino el
puro morir, la perdida intransitiva "en un movimiento de pura pasividad". Desde esta per-
spectiva de incesante muerte y resurrecci6n, de unidad que se resuelveen otredad para recom-
ponerse en nueva unidad, acaso sea posible penetrar en el enigma de la obra. Entre las piedras de
un relato ca6tico, la "otra voz" tiende el puente del deseo, un deseo que se transfigura a fin de
alcanzar su objeto materialmente vedado. Asi, tres veces ordenada en los planos tematico, mitico
y textual, la disoluci6n del personaje preside a su reencarnaci6n en el lector. Hecho co-participe
de la obra, este ha de reinsertar el mensaje perdido en los blancos de la escrutura. "Poesia,
momentanea reconciliaci6n", escribe 0. Paz, "Todos los hombres son este hombre que es otro y
yo mismo. Yo es ti y tambien el y nosotros vosotros y esto y aquello" 23. Artemio Cruz, de
probable estirpe india, hijo de mulata y criollo, es la encarnaic6n misma de un pueblo
traumatizado por el choque de una historia de simultaneidades, de aparentes cabos sueltos, de
promesas truncas e incumplidas. Incapaz de "pensar en blanco y negro, en buenos y malos, en
Dios y Diablo" (p. 33), viene a ser la expresi6n intima del dilema mexicano. Pero la
22 Maurice Blanchot, Le pas au-delh (Paris: Gallimard, 1973), p. 72.
2 3
Elarcoy la lira, op. cit., p. 181.
ESTUDIOS 247

huella se borra al presentarse; s6lo permanecen en escena frases y pensamientos fingidos,


meras simulaciones del ser. Afirman un tiempo sin presente en que no tengo lugar. A
travds de Artemio, me alcanza la tentaci6n de otra desgracia. Siempre ha muerto en mi.
S61o veo en l la sombra de mi identidad perdida.
Estas consideraciones marcan el fin de nuestra propia b6squeda. Permiten combinar la
interpretaci6n realista de Nelson Osorio, empeiado en restaurar el orden del relato, 24 con el
analisis estructuralista de Rend Jara que hace del personaje una "revelaci6n mitica del ser
americano". Pretenden reconciliar la aseveraci6n rotunda de Emmanuel Carballo para quien la
novela es "la democici6n de un mito" 25con la hip6tesis adversa de Manuel Duran segin la cual
"Fuentes nos muestra otra cara del mito del Rey Viejo" 26 Todas estas lecturas necarian de
parciales de no tener en cuenta el dinamismo interno de una obra en perpetua ruptura, en per-
petuo trance de renovaci6n. "Ni Huitzilopochtli, ni Torquemada, ni Rockefeller; pero si Net-
zahualcoyotl, Goya y Whitman" asienta el autor de Tiempo mexicano. La indole 6rfica de su
inspiraci6n habia de resolver la crisis de identidad a partir de sus mismos fundamentos, plasmando
la "lucha del discurso lineal de occidente con el fantasma del tiempo ciclico indigena" hasta crear
"una espiral podtica en la que tiempo ylenguaje, resistidndose el uno al otro, no repiten el pasado
sino que fundan de nuevo el origen". Mexico puede serlo todo, concluye Fuentes, indio, mestizo
y occidental, sin abocarse a la fatalidad, con tal de sustituir a los espacios de la opresi6n los
tiempos de la libertad. El retorno al mito desemboca en una reconquista de la Utopia.

Abrir los ojos o cerrarlos, todo es igual?


(...) hacia allh, al centro vivo del origen, mas ally de fin y comienzo.

O. Paz, El cdntaro roto

"Libro de pinturas es tu coraz6n" rezan dos versos del manuscrito Romances de los Senores
de la Nueva Espana. Al plasmar en su libro el coraz6n abierto de Artemio, Fuentes no hace mas
que tomar al pie de la letra el viejo precepto. QuizA movido al optimismo por su contacto con la
revoluci6n cubana, haya optado por resolver la disyuntiva de Mexico en tdrminos de recon-
ciliaci6n. Le sirve de divisa una cita de Montaigne repetida en el texto (p. 249), "la
premeditaci6n de la muerte es premeditaci6n de la libertad". De ahi el sentido profdtico de una de
sus tltimas advertencias indirectamente dirigidas al lector:

Ti seras ese niflo que sale a la tierra, encuentra su destino, hoy que la muerte iguala el
origen y el destino y entre los dos, clava, a pesar de todo, el filo de la libertad (p. 279).

La frase suena como una invitaci6n urgente a buscar anclaje en el tiempo, cogiendo este hilo
de Ariadna tan tenue que s6lo permite salir del laberinto de la soledad. Asimismo, la obra asocia
la antigua sabiduria nahuatl a la griega, oponiendo al espectro de "la muerte pelona" una sintesis
24
"Un aspecto de la estructura de La muerte de Artemio Cruz "(En Homenaje..., op. cit., pp. 127-146).

25 "La actual literatura mexicana'' (En Panoramade la actual literaturalatinoamericana,La Habana: Casa de las
Americas, 1969, p. 10).

26 Trtptico mexicano (Mexico: Sep-Setentas, No. 8


1
.
1973). p. 65.
248 REVISTA IBEROAMERICANA

novedosa tendida hacia la buisqueda de un verdadero modelo de vida."Conocedor de la regi6n de


los muertos", el totecatl, recuerda Miguel Le6n-Portilla,2 7era precisamente "el-que-
colocaba-espejos-ante-los-dems", inducidndoles hacerse "duefios de su coraz6n".
"Ladr6n de flores y cantos", tenia la facultad de ensefiar a mentir a las cosas. Incrustando
simbolos en el mundo que antes carecia de alma, conocia la inica manera de decir palabras
verdaderas en la tierra. La noche 6rfica en que Fuentes desarrolla su dialogo de espejos
reanuda hondamente con este poder de disimulaci6n que preside a todo arte. Sefiala la
miscara detris de la cual se oculta el rostro de ese Alguien que es la esencia de todos los
hombres. Asi entendido, el texto de la novela, segin la expresi6n de Derrida, "no esti
rodeado sino atravesado por sus limites, marcado desde adentro por el surco multiple de sus
margenes. Propone a la vez el monumento y el espejismo de la huella, la huella simulta-
neamente trazada y borrada, simultineamente viva y muerta, viva como siempre de
simular tambien la vida en su inscripci6n guardada'".28 Orfismo, busqueda de una cuarta
dimensi6n-decia Apollinaire-aqui expresi6n de lo innominable. Fuentes nos hace com-
partir el riesgo absoluto de inscribir un suplemento a su ''c6dice en cruz'', al otro lado de
la pagina.
Universite de Caen BERNARD FOUQUES

27 Los antiguosmexicanos a traves de sus cr6nicasy cantares, (Mexico: F.C.E., 1970).


28
Jacques Derrida, '"'La difference" (En Margesde laphilosophie , Paris: Minuit, 1972, p. 25).

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