Icono cristiano y musulmán

Santa Sofía, la imponente joya arquitectónica de Estambul

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La basílica de Santa Sofía de Estambul fue la catedral de Constantinopla hasta la conquista otomana, cuando fue reconvertida en mezquita. 

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Tras la caída de Roma en el año 476, Constantinopla –fundada por Constantino el Grande en 330 d.C. con el nombre de Nueva Roma– cogió el relevo de la ciudad de la península itálica como capital del imperio que había dominado el Mediterráneo durante más de cinco siglos. En el siglo VI, el emperador Justiniano mandó erigir allí la más magnífica iglesia de oriente, que acabaría convertida en catedral de la ciudad y, más adelante, sería la principal mezquita del Imperio otomano: Santa Sofía. Pese a saqueos, terremotos y otros desastres naturales que la han afectado durante 1.500 años, Santa Sofía ha llegado hasta nuestros días con su extraordinaria cúpula y su belleza intactas, siendo el exponente más grandioso de la arquitectura bizantina.

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Constantinopla Panoramica

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La Nueva Roma

Sobre una pequeña localidad griega, Constantino I erigió la que debía ser la capital de un imperio nuevo. Constantino y sus sucesores dotaron a la ciudad –fuertemente protegida por murallas y puertos– de edificios civiles acordes con su nuevo papel: el foro, grandes palacios o una inmensa avenida procesional (messe) que atravesaba la ciudad. A diferencia de la pagana vieja Roma italiana, Constantinopla se consagró al cristianismo y proliferaron los templos dedicados a esta religión.

La Nueva Roma

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La primera catedral

Entre estos primeros edificios religiosos de Constantinopla destacan las iglesias de San Juan de Studios, actualmente en ruinas, y Santa Irene–en la imagen sobre estas líneas–, la primera catedral de Constantinopla. Edificado en el siglo IV, el templo de planta basilical de tres naves, cruciforme y con cúpula, sirvió de inspiración a varias iglesias dentro y fuera de Bizancio. Tras sufrir graves daños durante una revuelta en el año 532 fue reconstruido casi por completo.  

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Una catedral majestuosa

La catedral de santa Sofía fue levantada en un tiempo asombrosamente breve de seis años y fue consagrada en 537.El edificio ideado por el matemático Antemio de Trales y el físico Isidoro de Mileto pasmó a sus contemporáneos por su sólida estructura arquitectónica. Su estructura combinaba una planta basilical de tres naves, que formaba un rectángulo de 77 m de largo por 72 de ancho, con otra central definida por la gran cúpula que cubre el edificio. En el interior, había una galería reservada al emperador y otra a la emperatriz en el primer piso, que asomaba al inmenso espacio vacío determinado por la cúpula. El templo estaba precedido por un gran atrio, hoy desaparecido, con una fuente en el centro.

A prueba de desastres naturales

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Una mole granítica

El aspecto exterior de Santa Sofía es el de una mole de piedra compacta y robusta. El historiador bizantino del siglo VI Procopio de Cesarea la definía así: "se alza hacia las celestes alturas, [...] se balancea y se sitúa por encima del resto de la ciudad, [...] desde ella se divisa la ciudad como si desde una atalaya se tratara". Su aspecto actual es fruto de las posteriores intervenciones tras la conquista otomana de la ciudad en 1453.

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A prueba de desastres naturales

Este aspecto se debe a que el templo se encuentra en una zona de fuerte actividad sísmica. Los continuos temblores y derrumbes a lo largo de la historia hicieron que se reparara y se reforzaran sus paredes varias veces. Estos enormes contrafuertes y arbotantes son un añadido del siglo XIV.

Prodigio arquitectónico

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Prodigio arquitectónico

Pero si por algo destaca el edificio es por la imponente cúpula que lo remata. La esctructura mide 31 metros de diámetro y se eleva a 55 de altura. Cuenta con 48 ventanas que permiten la entrada de la luz y descarga su peso sobre cuatro contrafuertes y dos semicúpulas. Unos terremotos en el año 557 destruyeron la original, que fue reconstruida por Isidoro el Joven, sobrino del matemático Isidoro de Mileto.

Un inmenso espacio diáfano

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Un inmenso espacio diáfano

Si por fuera el aspecto de Santa Sofía es el de una masa compacta, el espacio interior determinado por la cúpula central y las dos semicúpulas es un inmenso espacio abierto, como muestra la imagen de arriba. En palabras de Procopio de Cesarea: "no parece que se levante sobre una sólida estructura, sino que, suspendida en el cielo, cubra el espacio con su áurea esfera". En las esquinas de la cúpula pueden apreciarse las pechinas, cuatro tria´ngulos curvos sostenidos sobre cuatro robustos pilares, que ayudan a descargar el peso de la estructura sobre los contrafuertes y las semicúpulas del exterior.

Luz celestial

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Luz celestial

Al ser coronados, los haces de luz que traspasaban los ventanales de la cu´pula caían sobre los emperadores romanos orientales cuando estos eran coronados. Procopio maravillado, explicaba que "no es el sol quien, desde el exterior, ilumina los espacios sino que es en el mismo interior donde nace este resplandor". Un Cristo todopoderoso (pantocra´tor) presidía el cénit de la cu´pula central desde finales del siglo X. Tras la conquista musulmana la imagen fue sustituida por caligrafía árabe y motivos geométricos al convertirse el templo en una mezquita.

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Lujo imperial

Santa Sofía cuenta con 104 columnas, 40 en la planta baja y 64 en las galeri´as superiores. Fueron construidas con materiales (ma´rmol, po´rfido, basalto) trai´dos de otras partes del imperio. Ocho de ellas son de color púrpura (símbolo imperial) y llegaron de Egipto. Otras ocho columnas verdes, fueron llevadas del templo de Artemisa en Éfeso.

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La puerta imperial

La iglesia llegó a contar con 40 puertas. La más magnífica, la puerta del emperador, de la que se decía, estaba hecha con la madera del arca de Noé. Sobre ella, el mosaico de la Majestad de Cristo realizado en los siglos VIII y IX, en el que Cristo se muestra como emperador celestial, ante el que se humilla el propio emperador bizantino.

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Decoración fabulosa

A pesar de que el Islam no permite la representación de Dios no de ninguna figura humana para no fomentar la idolatría, la magnífica decoración del templo dejó tan maravillados a los conquistadores otomanos tras tomar la ciudad en el siglo XV que dejaron algunos de los mosaicos de temática cristiana que decoraban sus muros y que todavía hoy representan los mejores ejemplos de arte bizantino. Sobre estas líneas, el mosaico de la virgen, en una de las semicúpulas. Datado del siglo IX, es el más antiguo del templo.

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La emperatriz y sus esposos

Otro mosaico "indultado" es el de la empeatriz Zoe y su esposo realizan una donación a la iglesia ortodoxa, representada por un Cristo Pantocrátor, del siglo XI. El rostro del emperador pertenece a Constantino IX Monómaco, tercer esposo dela emperatriz Zoe. Las caras de los emperadores se rehacían con cada marido de Zoe. Los rostros de la emperatriz y de Cristo tampoco son los originales.

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La Déesis

La maltrecha Déesis –representación de Cristo  Pantocrátor con un libro en la mano y flanqueado por la Virgen y San Juan Bautista– es tal vez el mosaico más famoso de Santa Sofía, seguramente encargado por el emperador Miguel VIII Paleólogo tras la reconquista de Constantinopla por los bizantinos en 1261, tras un periodo de dominio latino sobre la ciudad. 

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La madre Iglesia

Otro de los mosaicos presenta a la Virgen con el niño en su regazo flanqueada por los emperadores Constantino el Grande y Justiniano que le presentan sus ofrendas. El primero hace donación de la ciudad de Constantinpla, fundada por él, y el segundo, del templo Santa Sofía, que mandó construir durante su reinado. La escena representaría la supremacía de la religión cristiana (representada por la virgen como madre de la Iglesia) sobre los poderes terrenales, que le rinden pleitesía.

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De iglesia a mezquita

Nada más entrar en Cnstantinopla, el sultán Mehmet II entró en su catedral a rezar por la conquista de la ciudad que tanto se le había resistido convirtiendo el templo así en una mezquita. Los otomanos llevaron a cabo una transfomación integral de la ciudad, pero en cambio respetaron bastante el aspecto de su antigua catedral. Eso sí, los musulmanes instalaron un mihrab (altar) y un minbar (púlpito) bajo el mosaico de la virgen para adaptarlo al nuevo culto. Los enormes medallones con los nombres de Alá y Mahoma (arriba) y sus nietos son una aportación del siglo XIX.

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Minaretes

En el exteerior, la intervención se limitó a la construcción delos grandes contrafuertes y refuerzos para evitar el colapso del edificio, al levantamiento de los cuatro grandes minaretes que flanquean el templo y cambiar la cruz que culminaba la cúpula por una aguja característica del culto islámico.