'Creatura' es una mirada valiente y sin tapujos hacia el deseo y la represión sexual femenina que plantea una conversación incómoda pero necesaria

'Creatura' es una mirada valiente y sin tapujos hacia el deseo y la represión sexual femenina que plantea una conversación incómoda pero necesaria

Elena Martín consigue crear una película salvaje, con identidad propia, que no puede evitar resbalar al tomar riesgos únicos

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Creatura

Mila tiene quince años y no disfruta de su primer amor. Mila es adulta y no es capaz de tener sexo sin imaginarse que tiene otra pareja. Mila tiene cinco años y solo quiere pasar tiempo con papá. Tres realidades, tres historias, tres puntos vitales se entremezclan en 'Creatura' para darnos el análisis quirúrgico de una de las personalidades más complejas del cine reciente: es sorprendente, es difícil de ver, es incómoda. Es, simplemente, un hito del cine español de este año.

El sexo es... ¿salud?

Al cine le ha costado más de un siglo preocuparse por el placer sexual femenino. Durante años, la única mirada que ha importado durante los momentos eróticos en pantalla ha sido la masculina, que reducía a las mujeres a seductoras o frígidas, sin término medio ni orgasmos a la vista: el sexo en la gran pantalla terminaba en el mismo momento que lo hacía el hombre. Si su pareja había disfrutado, bien. Y si no, pues también.

Pero el cine cambia junto a la sociedad, por suerte, y temas que antes quedaban cubiertos por capas y capas de represión, tanto religiosa como social, ahora salen a la luz en películas que aportan claridad donde antes solo había sombra. Hablo de cintas como 'Creatura', que discute consigo misma asuntos de los que antes no se podía debatir en voz alta y que el propio audiovisual ha ignorado durante mucho tiempo, en gran parte porque no había narradoras que lo hicieran ni -creían- un público que compensara producirlas.

Creatura

'Creatura' no cae en simplismos ni en alegorías: es cruda, pero también sincera. Lejos de basar toda su tesis en un mínimo común múltiplo que planea a lo largo de todo el metraje (el sempiterno sexismo en la España de los 80 y 90), el viaje de Mila está repleto de detalles reveladores que moldean a un personaje difícil de encasillar. La mirada de una madre que sabe más de lo que dice, un libro regalado cuyas intenciones se tergiversan, un novio que ha tomado la frustración como su día a día, un padre que engaña a su miedo obligándose a tener la última palabra, una hija que llora porque, en el fondo, solo quiere sentir amor.

'Creatura': no sé si es amor, pero lo parece

Elena Martín, la mujer orquesta de la obra (dirige, co-guioniza y protagoniza, las tres de manera notable), se las arregla para mostrar en 'Creatura' escenas complejas y muy difíciles de ver sorprendiendo a un público que, a estas alturas, se las sabe todas. Habría sido infinitamente más sencillo caer en el mantra de que todos los hombres de su vida son malos o exculparla de sus propios problemas como si se tratara de un personaje angelical incapaz de errar. Pero no.

Creatura 2

Como todo el mundo, Mila se equivoca. Y lo hace porque, como mujer, no siempre es capaz de encontrar su lugar en un mundo que siempre le ha negado el placer sexual. Los detalles los tenemos tan interiorizados que se convierten en una asombrosa rutina, casi un slice of life noventero: la paja a disgusto, el "Cómo me vas a dejar así", la negación del fetiche, el enfado por el autodescubrimiento, la prohibición paterna de sentir amor. Ninguna de estas experiencias más o menos comunales se hace definitoria hasta que forma parte de un tríptico que las une de una manera más que precisa.

La protagonista de la cinta no puede evitar verse como una rareza en sí misma, un monstruo, una criatura que no es capaz de sentir placer de ninguna de las maneras. Se lo han negado y robado a lo largo de los años, pero -y esto es importantísimo- siempre desde el amor. Sería mucho más fácil de entender si su problema viniera desde el odio y la violencia en lugar de desde los abrazos y los tequieros pronunciados con absoluta honestidad. La complejidad del puzzle emocional que propone Martín es muy elevada, y no siempre todas las piezas caen en su lugar.

¿Quieres que me folle al camarero?

'Creatura' es feroz, es un animal libre, hiede a personalidad propia y a unicidad. No teme equivocarse y ser atrevida, pero eso lleva también a que, tratando de mostrar autenticidad, caiga en una sobreactuación requerida por un guion que busca el choque con el espectador y que no siempre acierta (el polvo con su pareja en el que se revierten los roles por sorpresa, por ejemplo). Su audacia es admirable y da lugar a hallazgos fabulosos, pero el riesgo conlleva siempre la posibilidad de pasarse de frenada.

Incluso en los pocos momentos en los que descarrila, la dirección de Elena Martín es bella, colorida y potente, capaz de llevarnos a veranos pasados que jamás hemos vivido con unas simples pinceladas de almuerzos y fiestas rurales en la costa catalana. Otro director habría optado por un tono árido y narrar las desgracias de Mila desde el drama exagerado, remarcado y subrayado, pero la realizadora prefiere simplemente perlar la película de ideas sutiles: la adolescente avergonzada por su amiga que enseña las tetas por el Messenger (el siempre sórdido Chatroulette), el amigo que se vanagloria de masturbarse preguntando con curiosidad y malicia si "ya se hacen dedillos", la noche de libertad que le hace desear lo indeseable, siendo consciente de que cumplir sus anhelos le llevaría de vuelta a un eterno retorno repitiendo la misma situación de la que pretende alejarse.

Pero, al final, nos queda un consuelo: el agua del mar purifica. Y Mila tiene mucho que sanar. En ella misma, en los que le rodean, en la sociedad, en ese novio frustrado que no es capaz de comprenderla (con razón), en ese padre que esconde su temor con órdenes tajantes, en esa madre que se autoconvence de que todo es culpa suya, en ese primer amor obsesionado con eyacular aunque ella esté pasándolo mal. 'Creatura' es bella, pero peligrosa y salvaje.Y por suerte, al final de este camino de dolor e incomprensión, podemos purificar y sanar como sociedad. O al menos, dar los primeros pasos para hacerlo.

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