Matar a Diospinterest
Alhena Production

Dirección: Caye Casas, Albert Pintó
Reparto: Itziar Castro, Eduardo Antuña, Boris Ruiz, David Pareja, Emilio Gavira
Título en V.O: Matar a Dios
Nacionalidad: España Año: 2018 Fecha de estreno: 21-09-2018 Género: Comedia Color o en B/N: Color Guión: Caye Casas, Albert Pintó Fotografía: Miquel Prohens
Sinopsis: Una familia se prepara para celebrar el fin de año en una aislada casa en medio del bosque, cuando irrumpe un misterioso vagabundo; es enano, dice ser Dios y amenaza con exterminar a la especie humana al amanecer. Sólo se salvarán dos personas, y la familia ha sido elegida para escoger a esos dos únicos supervivientes. El destino de la humanidad recae en cuatro desgraciados que, evidentemente, van a querer salvarse.

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Lo mejor: los intentos de acabar con Dios dignos de los Coen.
Lo peor: que haya tardado tanto en estrenarse.


En Malpertuis (Harry Kümel, 1971), los dioses ancestrales se refugiaban en una decadente mansión huyendo, temerosos, del ser humano. En este sensacional debut en el largometraje del tándem, curtido en el pequeño formato (el negrísimo y multipremiado corto RIP), formado por Caye Casas y Albert Pintó, Dios, ser omnisciente, en mayúsculas y único, decide ir a otro lugar cerrado, la morada de su eternamente imperfecta e indeseable creación: el hombre.

Alejada de la maledicencia cultie del flm de Kümel, basado en un relato de Jean Ray, Matar a Dios es una buñueliana comedia negra donde el jefe del ángel exterminador (irascible y cabronazo Emilio Gavira) convierte la antesala del fn del mundo en una cruel, pero divertida, disección de la cretinez y la maldad humanas.
Con un punto de partida que lleva la premisa del maravilloso (y de Apocalipsis
en la salita de estar) cuento Botón, botón de Richard Matheson al escenario
vodevilesco de una pieza criminal de Alfonso Paso, la película recupera la causticidad
de los guiones de Rafael Azcona, el implacable estudio sobre la familia como cáncer voraz de las mejores obras (El mundo sigue) de Fernando Fernán Gómez y el frenético ritmo y conocimiento cañí del fantastique de Álex de la Iglesia.

Bienaventurada, pues, la aparición con sonrisa grotesca de gárgola de este granguiñolesco ofcio de vitriólica divinidad.

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