Las técnicas conductuales o de modificación de conducta, son utilizadas en diferentes ámbitos de la psicología: educación, clínica, gerontología, deporte, social y comunitaria, etc. Son el conjunto de técnicas que, como su propio nombre indica, tienen como objetivo modificar la conducta de alguien.

Aunque ya hablamos en otras entradas sobre ellas (puedes consultar el artículo sobre economía de fichas), hoy vamos a explicar los aspectos más básicos de ellas. Hablaremos sobre el refuerzo positivo y el refuerzo negativo. 

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¿Qué son los reforzadores y los castigos?

A continuación, comentaremos cada uno de ellos de forma individual. A grandes rasgos podemos decir que son técnicas que pretenden aumentar una conducta deseable o disminuir una conducta problemática. 

Refuerzo positivo

Su finalidad es "premiar" a las personas para que aumenten la frecuencia de una conducta deseable. 

En este caso, después de que una persona haga la conducta que deseamos, le damos un premio con el objetivo de que aumente su frecuencia. Por ejemplo, si un niño se pone solo los zapatos y le damos un caramelo, es más probable que vuelva a ponerse solo los zapatos que si no hacemos nada. 

Para que la técnica sea eficaz es importante tener en cuenta los siguientes factores:

  • Tiempo entre la conducta y el refuerzo. Puede ser inmediato o diferido. Por lo general, con los niños pequeños funcionan mejor los inmediatos.
  • Cantidad y calidad. Cuánto mejor y mayor sea el reforzador, habrá más probabilidades de que se vuelva a producir la conducta. Hay que tener en cuenta que se deben dar reforzadores que motiven a cada persona. No todos son útiles para todas las personas.

Tipos de reforzadores

Los reforzadores pueden ser de diferente naturaleza. Teniendo en cuenta un contexto laboral, serían los siguientes:

  • Atención. Cuando prestamos más atención a una persona, le ofrecemos elogios, le dejamos elegir asiento u oficina, le pedimos su opinión, etc.
  • Económicos. En este caso son todos los que tienen que ver con el dinero: días de vacaciones pagados, pagar horas extras, ofrecer una tarjeta de crédito y similares.
  • Tiempo. Son los relativos a ofrecer tiempo libre, ofrecer días de descanso, dar más tiempo de lo normal para comer, etc.
  • Participación. Brindar más responsabilidad, dar voz, ofrecer la posibilidad de formarse y muchos más.

Refuerzo negativo

Lo cierto es que este tipo de reforzador no es conocido por todas las personas. Ocurre cuando queremos aumentar la probabilidad de que algo ocurra y, para ello, realizamos un estímulo aversivo. En otras palabras, buscamos que una persona haga algo con el objetivo de eliminar un estímulo negativo.

Pondremos un ejemplo de ello. Los coches modernos emiten una sirena si el coche se pone en marcha y no nos hemos puesto el cinturón de seguridad. En este caso, nos ponemos el cinturón (conducta deseada) con el objetivo de que la sirena del coche se pare (estímulo aversivo).

La próxima vez que entremos en el coche será probable que nos pongamos el cinturón incluso antes de que empiece a sonar la alarma solo por no escuchar ese desagradable ruido.

Pongamos ahora un ejemplo con los niños. Un niño recoge su habitación (conducta deseada) por no escuchar a sus padres insistiéndole que recoja la habitación (estímulo aversivo). 

Castigo positivo

Consiste en realizar algo que disminuirá la probabilidad de que alguna conducta se produzca. Por ejemplo, si queremos que alguien no corra por la carretera (conducta no deseada), le ponemos una multa (estímulo aversivo). 

Para que un castigo tenga efecto, debemos tener en cuenta lo siguiente:

  • Intensidad. Aunque siempre hay que tener cuidado por cuestiones éticas, cuánto más duro sea el castigo, más eficaz será. Por ejemplo, si alguien corre mucho con el coche y se salta las normas, tendremos que poner una sanción económica severa o retirarle el carnet de conducir. Si no hiciéramos esto y tan solo le amenazáramos, probablemente esta persona no dejaría de correr con el coche. 
  • Normas. Es importante que todos los castigos tengan unas normas y que siempre sancionemos las acciones y no a las personas. Es decir, si dos personas hacen mal la misma cosa deberán recibir el mismo castigo. 
  • Inmediato. Como en el caso de los reforzadores, es importante que el castigo se produzca inmediatamente después de la realización de una conducta negativa. 
  • Frecuencia. Es importante que siempre que se realice algo que está mal se reciba el castigo correspondiente. Si unas veces ponemos un castigo y otras no, no será tan eficaz. 
  • Refuerzo de respuestas alternativas. Para que un castigo sea eficaz, también tenemos que reforzar aquellas conductas que son deseables. Por ejemplo, si un niño tiene tendencia a portarse mal y un día se porta bien, tendremos que felicitarle por ello. 

Tipos de castigos

Como en el caso de los reforzadores, hay diferentes tipos de castigos. Los más conocidos son:

  • Físicos. Consisten en utilizar la violencia como, por ejemplo: un baño de agua fría o un tortazo. Aunque han sido utilizados durante muchos años, nosotros desaconsejamos totalmente su utilización.
  • Broncas y amenazas. Son verbalizaciones negativas. Por ejemplo, cuando le decimos a alguien: si no dejas de molestar a tus compañeros, te despediremos.
  • Tiempo fuera. Se trata de sacar a alguien del contexto en el que está con el objetivo de que deje de hacer lo que estaba haciendo. Por ejemplo, si un niño se está portando mal en clase, lo llevamos a un aula a él solo para que reflexione sobre lo que ha hecho mal.

Castigo negativo

El castigo no solo se produce cuando emitimos un estímulo aversivo. También se considera un castigo cuando quitamos un estímulo positivo. Por ejemplo, si un niño se ha portado mal tenemos dos opciones. Por un lado, gritarle (castigo positivo) o privarle de algo que le gusta hacer (castigo negativo).

Siguiendo con el ejemplo anterior, un castigo negativo podría ser cuando le decimos a un niño: cómo te has portado mal hoy no vamos al parque a jugar después del colegio. 

Conclusiones

Las técnicas de modificación de conducta pretenden aumentar conductas deseables y disminuir conductas problema.

Cuando lo que queremos es aumentar una conducta utilizamos los reforzadores que pueden ser positivos (cuando damos un premio) o negativos (cuando emitimos un estímulo negativo).

Si lo que deseamos es disminuir una conducta problema utilizaremos los castigos que, como en el caso anterior, pueden ser positivos (cuando emitimos un estímulo negativo) o negativos (cuando privamos de algo que gusta).

Te dejamos una tabla con el objetivo de que lo puedas entender todo mucho mejor:

  Objetivo ¿Qué hacemos?
Refuerzo positivo Aumentar conducta deseable Damos algo positivo
Refuerzo negativo Aumentar conducta deseable  Damos algo negativo
Castigo positivo Disminuir conducta deseable  Damos algo negativo 
Castigo negativo Disminuir conducta deseable   Quitamos algo positivo

 

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Referencias bibliográficas

Martin, G., y Pear, J. (1998). Modificación de conducta: qué es y cómo aplicarla. Madrid: Prentice-Hall.